Palabras de espiritualidad

Los dones que nos da la Santa Cruz del Señor

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

La Cruz es nuestro escudo, nuestra arma y nuestro trofeo en contra del demonio, y, ya que fue santificada al tocar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, es justo que la veneremos. Por eso, honrando su día, nos mantenemos puros, porque no honramos la simple materia, sino el símbolo de Cristo, que es la señal de Su entierro, Su gloria y Su Resurrección.

Un día, la preguntaron al venerable padre: ¿Por qué respetamos los días miércoles y viernes?

1. Y él dio la siguiente respuesta: ¿Cómo no respetar los miércoles y los viernes? Porque fue en uno de estos días cuando nuestro Señor y Soberano derramó Su purísima sangre sobre la madera de la venerable y vivificadora Cruz [1], para reavivar nuestro ser corrompido, y en el otro día, los judíos decidieron [2] crucificarlo y la Cruz del Señor fue construida en cuatro partes, en el cuarto día [3], para que Aquel que fue clavado en ella salvara al ser dividido también en cuatro partes.

2. Prodigiosos, divinos y veraderamente inconmensurables son todos los milagros de Cristo, pero aún más milagrosa es la venerable y vivificadora Cruz del Señor. No hay nada más que pueda destruir la muerte, sino solamente la Cruz. Por medio de la Cruz es absuelto el pecado ancestral. Por medio de la Cruz, el infierno queda vacío. Por medio de la Cruz, se nos da la Resurrección. Por medio de la Cruz, las puertas del Paraíso fueron abiertas. Por medio de la Cruz, se fortalece y se da a conocer todo el misterio de la Providencia. Por medio de la Cruz, nosotros, los fieles, nos distinguimos de los incrédulos y nos reconocemos entre nosotros [4].

3. La Cruz es nuestro escudo, nuestra arma y nuestro trofeo en contra del demonio, y, ya que fue santificada al tocar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, es justo que la veneremos. Por eso, honrando su día, nos mantenemos puros, porque no honramos la simple materia, sino el símbolo de Cristo, que es la señal de Su entierro, Su gloria y Su Resurrección [5].

4. Porque ¿cómo no honrar el día de la Cruz, siendo que en este día fue hecha, y también en este día el Señor se la enseñó en el cielo al emperador Constantino entre las estrellas, mientras le decía: “Con este signo vencerás” [6]. Y, como sabemos, fue también en este día que la venerable y vivificadora Cruz fue descubierta por la piadosísima Elena [7]. Y fue también en este día que la vivificadora Cruz, al igual que Aquel que se hizo clavar en ella, fue elevada al Cielo por los santos ángeles, como lo relatan quienes vieron dicho milagro [8] para poner un fundamento a este día. Por todos estos motivos, y otros semejantes, ¿cómo habríamos de honrar el día de la purísima, venerable y vivificadora Cruz? Porque, quien cree y ha sido bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pero no guarda con pureza el día miércoles y el viernes [9] —con la única excepción de que en ese mismo día haya alguna otra festividad de la Iglesia, en cuyo caso se permite hacer una licencia, como dicen los Padres [10], porque algunas de esas fiestas precedieron a la Cruz—, es ajeno a la fe correcta de los cristianos.

(Traducido de: Sfântul Anastasie Sinaitul, Întrebări și răspunsuri, por publicarse en la Editorial Doxologia)

[1] Juan 19, 31-34.

[2] Marcos 14, 1-2.

[3] Para los griegos, la enumeración de los días de la semana empieza con el domingo, que es el primer día, en tanto que el miércoles es el cuarto, un día que también evoca la Cruz del Señor.

[4] San Juan Damasceno, Expositio fidei 84, 21-24, ed. B. Kotter, Die Schriften des Iohannes von Damaskos, IV, 11; PG 94, 1128-1129.

[5] San Juan Damasceno, Expositio fidei 84, 41-42, ed. B. Kotter, Die Schriften des Iohannes von Damaskos, IV, 11; PG 94, 1128-1129.

[6] Eusebio de Cesárea, De vita Constantini, I, 28-30, ed. F. Winkelmann, Eusebius Werke, Berlin 1975, pp. 29-30; PG 20, 944 AC.

[7] Sobre la búsqueda en Jerusalén de la verdadera Cruz del Señor, ver A. Frolow, La relique de la vraie croix. Recherches sur le développement d’un cult (Archives de l’Orient Chrétien, 7), Paris, 1961, pp. 55-56.

[8] San Juan Crisóstomo, De cruce et latronehomilia I (CPG 4338), PG 49, 403, 413.

[9] Cf. Canones Apostolorum, 64, 69, en P.-P. Joannou, Fonti, I, 2, Roma, 1962, pp. 41, 43; G. Rhallis, M. Potlis, Σύνταγμα τῶν θείων καὶ ἱερῶν κανόνων, vol. II, Atena, 1852, pp. 84, 88.  

[10] San Pedro de Alejandría, Canon 15 (Sermo de Pascha), ed. P.-P. Joannou, Canons, en Fonti, II, Roma, 1963, pp. 57-58; Teófilo de Alejandría, Canon 1, ed. P.-P. Joannou, Canons, en Fonti, II, Roma, 1963, pp. 262-263; Pseudo-Atanasio el Grande, Syntagma ad monachos (CPG 2264), ed. P. Batiffol, Paris, 1890, pp. 123-124, PG 28, 837C-840.