Los dos rostros de la humildad
El pecado nos separa de la viña de la vida, que es Cristo. La humildad, al contrario, nos injerta de nuevo.
Que jamás se nos olviden los dos rostros de la humildad: que la experiencia de nuestra indignidad y nuestra debilidad se halle estrechamente unida con el reconocimiento de nuestra dependencia de Dios, con la búsqueda de Su auxilio. Solamente así nos podremos alzar, según la palabra del Señor, “porque solamente quien se humille será enaltecido; quien permanece en Mí da frutos en abundancia, y quien se aparta de Mí, se seca y es arrojado al fuego” (Juan 15, 5-6). El pecado nos separa de la viña de la vida, que es Cristo. La humildad, al contrario, nos injerta de nuevo.
(Traducido de: Protosinghelul Petroniu Tănase, Ușile pocăinței, meditații duhovnicești la vremea Triodului, Editura Mitropoliei Moldovei și Bucovinei, Iași, 1994, p. 22)