Palabras de espiritualidad

Los esposos, unidos en las penas y las alegrías

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

El esposo y la esposa deben estar juntos: en las penas deben consolarse uno al otro y en las alegrías, alegrarse con el que se alegra (Romanos 12, 15), sintiendo siempre que su otra mitad está siempre a su lado. Cada uno de los esposos debe ser amigo del otro, un padre y un romántico enamorado, porque si consiguen realizar todo esto, les espera la felicidad familiar.

El que ama nunca se sentirá solo. El amor siempre calentará su corazón. Él hace bien, porque ama y su amor une a esos que ama, aunque no tenga familia propia. Se entiende, sin embargo, que en familia te sientes más cerca de quienes amas, porque puedes expresarles tu amor cada día, cada hora.

Muy a menudo, muchas personas se quejan que nadie las entiende, que nadie las toma en cuenta, que se sienten solas y marginadas, incluso por parte de su propia familia. Pero si quieres ser entendido y tomado en cuenta, debes aprender tú a entender a los demás, a sentir compasión por los otros. La compasión es la capacidad de sentir del dolor del semejante como si fuera tuyo, de vivir el sufrimiento del otro. El que siente compasión es tratado, a su vez, con compasión, ¡créanme!

Así como dice un canto dedicado a la amistad, “si la alegría es una para todos, una es también para todos la aflicción”. El esposo y la esposa deben estar juntos: en las penas deben consolarse uno al otro y en las alegrías, alegrarse con el que se alegra (Romanos 12, 15), sintiendo siempre que su otra mitad está siempre a su lado. Cada uno de los esposos debe ser amigo del otro, padre y un romántico enamorado, porque si consiguen realizar todo esto, les espera la felicidad familiar.

Cuando vemos (tristemente, raras veces) una familia feliz, en la que el esposo es una cabeza verdadera, responsable y juicioso, a quien su esposa ama, sabiéndose también amada, una familia en la que los hijos son educados desde el respeto y la obediencia, no podemos evitar sentir una sana envida y pensar, “¡Qué afortunados, son el uno para el otro y es evidente que son felices juntos!”. No se trata simplemente de fortuna: una familia buena y feliz no es el resultado de un ciego azar, sino de las elecciones conscientes de los esposos y de un enorme esfuerzo creador común por parte de los dos.

(Traducido de: Pr. Pavel Gumerov, Conflictele familiale: prevenire și rezolvare, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2013, pp. 76-77)