Los grandes beneficios de tranquilizar nuestra mente
Que nuestra mente se ocupe con la invocación del Señor, porque Él está aquí. Que nuestra mente se mantenga en constante comunión con Él.
Cuando nuestro hermano se lamenta con nosotros por causa de sus debilidades, participamos de ellas; pero, si no sabemos tranquilizarnos (y esto consiste en confiarle al Señor nuestras deficiencias y las de nuestro semejante), tomamos esa carga tan grande y nuestro sistema nervioso es incapaz de hacerle frente. Cuando esto sucede, no podemos soportarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo. Entonces, como podría esperarse, en nuestra vida social, en nuestro trabajo y en nuestra familia —prácticamente, en todas partes— la vida se convierte en un tormento. Nuestros nervios se tensan hasta su punto máximo, y no podemos ya tranquilizarnos (espiritualmente).
Esto significa que debemos darle descanso a nuestra mente. Cuando nuestros pensamientos se sosiegan, también nuestro cuerpo descansa.
Tenemos que entregarnos al Señor, confiándole todo lo que tenemos, porque Él está presente en todas partes. El Señor quiere de nosotros que estemos en paz, sin ninguna clase de pensamientos. Y que nuestro corazón se mantenga tranquilo. Los Santos Padres dicen: “Es necesario descender la mente al corazón”. Así, la mente debe descansar, pero sin pensamientos, sin figuraciones. Solo después podemos darle trabajo —porque la mente se halla en continuo movimiento y busca con qué ocuparse—, con la oración del Nombre del Señor, la “Oración de Jesús”. Que nuestra mente se ocupe con la invocación del Señor, porque Él está aquí. Que nuestra mente se mantenga en constante comunión con Él.
(Traducido de: Starețul Tadei de la Mănăstirea Vitovnița, Cum îți sunt gândurile, așa îți este și viața, Editura Predania, București, 2010, pp. 166-167)