Los milagros nos hacen recordar que Dios está aquí
Cuando conocemos alguna manifestación de la Providencia Divina, por medio de señales visibles y repetidas, es necesario agradecérselo a Dios sin demora.
Se sabe que los milagros son señales o revelaciones divinas, eventos que van mucho más allá de nuestra comprensión humana. Me acuerdo ahora de un monje que solía relatar a los fieles que le visitaban —quienes lo escuchaban con admiración—, lo que sucedió cuando, en tiempos de guerra y siendo él muy joven, perdió sus documentos de identificación. Se asustó mucho, y le prometió a la Madre del Señor, que, si llegaba sano y salvo a casa, se haría monje, como otrora lo hiciera Lutero al desatarse las fuerzas de la naturaleza. Tiempo después, honrando su promesa, ingresó a un monasterio, donde fue tonsurado. Allí fue donde lo conocí. Cuando narraba este suceso, lo hacía con una fuerte convicción de que se trataba de un milagro, despertando en quienes lo escuchábamos una gran alegría al conocer otra señal de la Providencia de Dios.
Cuando conocemos alguna manifestación de la Providencia Divina, por medio de señales visibles y repetidas, es necesario agradecérselo a Dios sin demora, Quien cuida y protege a toda la creación. Es fácil distinguir entre un milagro y un acontecimiento simple, carente de toda importancia. ¿Cómo? ¡Porque un milagro inunda nuestro corazón de una profunda paz divina! ¡Ningún temor es capaz de asustar nuestro corazón y nuestra alma! Guardamos ese secreto en nuestro corazón y pareciera que no sentimos la necesidad de contárselo a otros, de proclamarlo por todas partes.
(Traducido de: PS Calinic Argatu, episcop al Argeșului și Muscelului, Veșnicia de zi cu zi, Editura Curtea Veche, București, 2006, p. 61)