Los niños necesitan del auxilio de los íconos para orar
Debemos enseñarles a nuestros hijos el sentido y propósito de los íconos ortodoxos. Con esto, aprenderán a apreciar su belleza, a sentir su santidad, a ver en ellos un auxilio para orar.
El arte cristiano se ha planteado un problema particular: cómo representar el carácter de la oración, del sacrificio, de la piedad, de la aspiración de Dios y de la meditación en el Reino. Es decir, hacer visible lo que no se puede ver. Así, se han originado ciertas formas especiales de representación, con una simbología aparte.
El ícono tiene el propósito de ayudarnos a concentrarnos mientras oramos. Por eso, no debe contener ningún elemento excedente, porque podría desviar la atención de lo que pretende representar, de su idea espiritual, de su sentido bíblico o del acontecimiento que rememora.
El ícono nos ayuda a mantener el estado de oración, a elevar nuestra mente a la Imagen divina, porque “no veneramos la imagen pintada, sino que, con nuestras oraciones, nos alzamos a la Imagen divina”, nos enseña San Basilio el Grande. Esta idea la encontramos también en San Juan Damasceno y en otros padres de la Iglesia. El aspecto extraordinario de los colores, la abundancia de lo áureo, la perspectiva inversa, que nos exhorta a abrir nuestra alma frente a la eternidad... Todo esto nos alza de lo terrenal a a lo celestial.
Antiguamente, la creación de un ícono debía acompañarse de ayuno y oración. Además, se requería la bendición y guía de un padre espiritual experimentado. Como sabemos, existe una regla para la bendición de los íconos, si bien se santifican también con las oraciones de los creyentes. Es por eso que muchas veces escuchamos hablar de algún ícono “orante”. Enorme fuerza tiene la oración que hacemos ante un ícono milagroso.
La abundancia de detalles distrae la atención, mas la dureza de la realidad y la clase de representación nos hace descender a la vida terrenal, transformando el ícono en un simple cuadro.
Reconocemos que hay imágenes bellas de sucesos evangélicos y elaborados retratos de santos; se trata, ciertamente, de representaciones necesarias para una prédica racional, pero que poco nos ayudan a concentrarnos en la oración.
Celebrando las fiestas patronales de algún ícono milagroso, recordamos, en primer lugar, los milagros y la ayuda recibida por medio suyo. Todo esto lo conocemos a partir de nuestra propia experiencia y la del pueblo, porque “de la devoción a la imagen se llega a la adoración de Dios”.
Así las cosas, debemos enseñarles a nuestros hijos el sentido y propósito de los íconos ortodoxos. Con esto, aprenderán a apreciar su belleza, a sentir su santidad, a ver en ellos un auxilio para orar. Los niños necesitan de la ayuda de los íconos para aprender a orar. (...)
A los niños más grandes debemos presentarles los íconos ya como una forma de oración. Así, aprenderán a familiarizarse con la simbología e historia de los más conocidos íconos milagrosos, que se conservan no sólo en iglesias y museos, sino también en las casas de los creyentes. A ellos, en misterio, se halla atado el destino de pueblos enteros. Y esta información debe ser transmitida de generación en generación.
(Traducido de: Pr. Prof. Gleb Kaleda, Biserica din casă, traducere din limba rusă de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2006, pp. 123-124)