Los niños son el reflejo de su propia familia
Tú creas la atmósfera familiar. Si piensas positivamente, le enseñarás a tu hijo a pensar positivamente. El niño es como una esponja que absorbe todo lo que hay a su alrededor. Por ejemplo, acabas de limpiar la alfombra y tu hijo, sin querer, deja caer en ella una botella de zumo. Toda la habitación queda llena de pedacitos de vidrio y es posible que esa mancha de zumo ya no desaparezca en la alfombra... ¿Qué harías?
Tú, adulto, como padre eres el que crea la atmósfera del hogar, tú eres el que hace que la casa se llene de risas o se llene de llantos. Tú eres el que impone el estado de espíritu. Por ejemplo, acabas de limpiar la alfombra y tu hijo, sin querer, deja caer en ella una botella de zumo. Toda la habitación queda llena de pedacitos de vidrio y es posible que esa mancha de zumo ya no desaparezca en la alfombra... ¿Qué harías? ¿Comienzas a gritarle al niño, a sacudirlo? ¿O le dices: “No pasa nada, hijo. Recogeré los cristales rotos y limpiaré la alfombra; no te asustes, es algo que suele suceder”?
Tú creas la atmósfera familiar. Si piensas positivamente, le enseñarás a tu hijo a pensar positivamente. El niño es como una esponja que absorbe todo lo que hay a su alrededor. ¡Piensa siempre positivamente! Acostúmbrate a ver, siempre, el lado bueno de las cosas, lo bello de todo lo que sucede.
(Traducido de: Michiela Poenaru, Eu te-am făcut, eu te omor, Editura Coresi, pp. 122-123)