Palabras de espiritualidad

Los peligros del orgullo y los beneficios de su revés, la humildad

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

“No hay nada que humille tanto a los demonios, fortaleciendo el alma e iluminando la mente, como revelar nuestros pensamientos ante nuestro padre espiritual. Al contrario, no hay nada que petrifique tanto el alma y oscurezca tanto la conciencia, como ocultar esos pensamientos ante el confesor”.

El demonio ama al hombre que confía solamente en sí mismo y, cuando detecta en él alguna autojustificación, vanidad y orgullo, trabaja por medio de esas pasiones para atacar al hombre. Cuando esas pasiones no tienen asidero en el hombre, el demonio intenta, a través de distintos pensamientos de vanagloria, llevarlo a la perdición, sabedor de que él mismo cayó por causa de su desobediencia y su orgullo. Aquellos que confían en su propia voluntad y se autocomplacen con sus propias opiniones, no aceptan ninguna sugerencia ajena que pudiera poner en la diana ese complejo de superioridad del que sufren. No solo no aceptan ninguna palabra, ningún consejo, por puro y espiritual que sea, en favor de su salvación, sino que les agrada escuchar solamente palabras de aprecio que no llegan a afectar su orgullo, porque lo alimentan y lo estimulan. Solamente quien acepta y reconoce esas pretensiones suyas, alimentándolas, es su amigo. No se dan cuenta de que, con esto, se perjudican a sí mismos y se encaminan a la perdición, porque creen que dichas actitudes solamente les benefician.

El padre espiritual, por medio del don y el poder que le han sido concedidos, tiene la capacidad y el poder de conocernos mejor. Y, cuando observa en nosotros alguna conducta espiritual desviada, busca la forma de corregirla. En ausencia de un guía espiritual, nuestra vida y nuestra salvación están seriamente amenazadas. Las personas sin un guía espiritual son una presa fácil para el demonio, porque, tal como nos enseña San Juan Climaco, “no hay nada que les dé a los demonios y a los pensamientos que estos nos susurran un poder tan grande en contra nuestra, como el hecho de alimentarlos y esconderlos en un corazón incontrito”.

Los pensamientos diabólicos pueden ser rechazados con la ayuda de tres armas, dice Evagrio. En primer lugar, son cortados de tajo por los santos ángeles, si invocamos su auxilio. En segundo lugar, nuestra voluntad tiene el poder de oponérseles, cuando persevera en el bien. Aún más: la misma naturaleza humana tiene el poder de oponerse y disipar los pensamientos del demonio, por medio del trabajo en las buenas acciones. Asimismo, la confesión de nuestros pecados, ante nuestro padre espiritual, destruye todas esas artimañas del maligno, todas las trampas que nos pone en el camino. “No hay nada que humille tanto a los demonios, fortaleciendo el alma e iluminando la mente, como revelar nuestros pensamientos ante nuestro padre espiritual. Al contrario, no hay nada que petrifique tanto el alma y oscurezca tanto la conciencia, como ocultar esos pensamientos ante el confesor”, dice el Venerable Isaías el Asceta.

(Traducido de: Nevoitor, Război în văzduhul inimii, Editura Credința strămoșească, p. 104-105)