“¡Mamá, mamá, puedo ver!”
“¡Alabado sea el nombre del santo! Cuando alguien me pregunta por mi hijo, le cuento cómo San Efrén lo sanó”.
He aquí el testimonio de la señora Fhrissis, de Rivewood, Australia, en relación al milagro que San Efrén hizo con su hijo de dieciséis años. Éste había enfermado súbitamente, perdiendo, además, la vista. “En Australia hay muy pocas iglesias con el ícono de San Efrén”. Lo encontró, sin embargo, en una pequeña iglesia cercana al hospital a donde llevó al chico a hacerse unos análisis. Con lágrimas en los ojos, aquella mamá estuvo orando a la Santísima Madre de Dios y a San Efrén. Cuando el muchacho besó el ícono, se escuchó un ruido muy fuerte, como viniendo hacia él. Más tarde, ya en casa, la señora Fhrissis oyó cómo su hijo comenzaba a gritar: “¡Mamá, mamá, puedo ver!”, y lo encontró con un libro en manos, intentando leer. “¡Alabado sea el nombre del santo! Cuando alguien me pregunta por mi hijo, le cuento cómo San Efrén lo sanó”.
(Traducido de: Noi minuni ale Sfântului Efrem. Minuni cu copii născuţi şi nenăscuţi, Editura Egumenița, 2009, p. 52)