San Pedro Damasceno dice que, mientras más se acerca a Dios, más humilde se hace el hombre, porque se da cuenta de que Él lo ha aceptado como un colaborador en la realización del bien, y que, mientras más bien practica, más humilde necesita hacerse.

Si tienes la virtud de la humildad, ella te enseña qué es lo que debes hacer y cómo eludir las pasiones, para no ser como el orgulloso, quien, al leer un libro, cree que tiene el control sobre lo que está leyendo. Y sucede que, por ejemplo, lees un libro, como una novela, lleno de confianza en ti mismo, seguro de que nada de lo que ahí está escrito te afectará interiormente. Pero después ya no puedes sacar de tu mente lo que leíste. Así paga el hombre su orgullo. Sí, los pecados se pagan, y el orgullo te lleva al desasosiego, a la perturbación.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 155)