Mira a los ojos del Señor
La eternidad no está ni comienza en otra parte, sino aquí, hoy, en esta mirada infinitamente amorosa y paciente. Aprende a verte también a ti mismo, en tu interior, bajo Su mirada amorosa.
¡Aprende a redimir la maldad del día de hoy! ¡Mira a los ojos del Señor y encuentra allí la eternidad viva! La eternidad no está ni comienza en otra parte, sino aquí, hoy, en esta mirada infinitamente amorosa y paciente. Aprende a verte también a ti mismo, en tu interior, bajo Su mirada amorosa.
¡Deambula en ese templo del Espíritu Santo que es tu cuerpo! ¡Avanza con cuidado, de puntillas, con delicadeza, porque en él hay una obra santa! Encuentra descanso en él y quédate allí. Detente a conocer a Dios allí. Puedes elegir descansar en las alas del viento de tu respiración. O puedes descansar flotando sobre las aguas de tus células y observando entre tus genes cómo flotan también las cadenas de tu ADN... O puedes detenerte junto al manantial de la vida, el corazón, y escuchar la voz secreta de lo profundo, que llama a otra Profundidad.
Después, ¡cántale algo, sin palabras, a tu Creador! ¡Cántale así, con tu silencio, y escucha Su respuesta de silencio tierno y divino! ¡Después levántate, haz algunas postraciones y di: “Buenos días”, a aquel momento del día, haciendo todo lo que tengas que hacer como si fuera lo más importante de todo!
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Uimiri, rostiri, pecetluiri, Editura Doxologia, p. 87)