Nada recarga tanto al corazón, como los malos deseos y la atracción por las cosas de este mundo
Esta es la causa de todos los males, porque el corazón, siendo el mayoral, no sólo no ha sabido cómo frenar los caballos, sino que se ha dejado llevar hacia el abismo.
Nada recarga más al corazón, que los malos deseos y la atracción por las cosas de este mundo y el mismo hecho de estar apegado sólo a lo terrenal.
Tal corazón es simplemente uno de barro, por eso es un corazón pesado. Y esto provoca todos los males, porque el corazón, siendo el mayoral, no sólo no ha sabido frenar los caballos, sino que se ha dejado llevar hacia el abismo. Y, a pesar de que debía elevar su cuerpo, deviniéndolo de terrenal, en celestial, y conducirlo al Cielo, ha caído junto a él bajo el pesado yugo de los vicios. Así pues, con tal clase de piloto, de conductor, ¿qué esperanza de salvación puede quedar? Porque, entonces, podría afirmarse: “Si la luz que hay en tí es oscuridad, ¡la oscuridad es más grande!”. Cuando el piloto está ebrio y se deja llevar por el devenir de las olas y de los vientos, ¿cómo pretende proteger su nave?
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Omilii la Psalmi, Editura Doxologia, Iași, 2011, p. 37)