Palabras de espiritualidad

Nadie puede llegar a Dios, si antes no ama a los demás

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El amor al hermano cultiva el amor a Dios. Somos felices cuando amamos en misterio a todos. Así, sentimos que todos nos aman. Nadie puede llegar a Dios, si antes no ama a los demás. Amarse a sí mismo es simple egoísmo. No pidamos, “yo quiero estar... yo quiero ir al Cielo”, sino que debemos sentir ese amor por todos. ¿Entendieron? Esto es la humildad.

En nuestra vida tendemos sólo al amor, a la adoración de Cristo y al amor a nuestros semejantes. Ser todos uno, teniendo a Cristo como cabeza. Sólo así adquiriremos la gracia, el Cielo, la vida eterna.

El amor al hermano cultiva el amor a Dios. Somos felices cuando amamos a todos los demás. Sentimos que todos nos aman. Nadie puede llegar a Dios, si antes no ama a los demás. Porque, “el que no ama a su hermano, a quien puede ver, ¿cómo podrá amar a Dios, al que no ve? (I Juan 4, 20). Amemos, sacrifiquémonos desinteresadamente por todos, sin esperar recompensa. Así es como el hombre debe ordenar su vida, porque un amor que espera recompensa es un amor interesado. No es puro, legítimo, sincero.

Amemos a todos, sintamos compasión por todos. “Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro recibe honores, todos se alegran con él. Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en su lugar es parte de él” (I Corintios 12, 26-27). Esta es la Iglesia: yo, tú, él, el otro, nosotros... sentir que somos miembros de Cristo, que somos uno. Amarse a sí mismo es simple egoísmo. No pidamos, “yo quiero estar... yo quiero ir al Cielo”, sino que debemos sentir ese amor por todos. ¿Entendieron? Esto es la humildad.

(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 301-302)

 

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