Necesitamos orar, y mucho
Cada vez se ora menos en este mundo y la maldad se ha multiplicado...
Cuando un monje ora, hijo, no importa cuán pecador sea: si su oración es sincera, inmediatamente es recibida por los ángeles de Dios, a quienes el Señor les ordenó servirle, cuando aquel tomó los hábitos. Por eso, apreciemos las oraciones del monje... Mientras haya monjes orando con lágrimas de contrición por sus propias faltas y las de todo el mundo, Dios seguirá siendo paciente con nosotros.
Pero cada vez se ora menos en este mundo y la maldad se ha multiplicado, de tal forma que a Dios no le quedará otra que reducir el tiempo...
Por eso, querido hijo, necesitamos orar, y mucho. La oración te enseñará más y más cosas, te llevará por caminos luminosos, te dará de beber el agua pura del manantial dador de vida eterna; mientras más ores, más avanzarás en el Espíritu. (...)
Me escribes que sueles repetirte a ti mismo: “Apártate, cállate, tranquilízate”. En verdad, ese es el camino, y no solo una vez te lo he dicho. “Pedro, Pedro, apártate de todo, deja atrás todo lo viejo y renúevate poco a poco”... “Sí, apartarme, ¿pero hacia dónde?”, me preguntas. Hijito, haz de tu corazón un desierto para los vanos espíritus del mundo: las bromas vacías, sus secas ambiciones, sus rigores de cartón, todo eso “moderno” que hace que la vida se torne gris, muy gris... Has de tu corazón un desierto para todo eso, hijo, y, despacito, a la pequeña ermita que hay en el oasis de agua viva, en el centro de aquel desierto, vendrán a servirte los ángeles, con los dones divinos.
Porque, aunque te halles en la soledad del Athos más profundo, o en el silencio de la Siberia más salvaje, no podrás encontrar paz, si aún no has hecho tu corazón desierto para las vanidades del mundo. Y, a la inversa, puedes ser monje y hallarte en medio del ruido del mundo, y Dios te ayudará, con Su Gracia, a apartarte de las comodidades de la vida moderna, querido hijo. Por eso, todo debe empezarse primero en el corazón: el solitario ascetismo, el alejamiento del mundo, el monaquismo. Luego vendrá el momento de materializar todo eso que ya tiene forma en tu interior...
San Arsenio tenía el dulcísimo ascetismo en su corazón, su situación ya había “madurado”, para decirlo de alguna forma, razón por la cual su partida no fue sino una consecuencia natural de aquello que portaba, desde hacía muchísimo tiempo, en el alma. Lo mismo sucederá contigo, hijo, pero debes ser paciente... El Señor te dará aquello que anhela tu alma. Él jamás nos queda debiendo nada. ¿Qué más puedo decirte? Desde luego que recomiendo, querido, como lo más útil cuando uno está empezando, retirarse a alguna ermita lejos de tu ciudad natal, en algún paraje tranquilo, sin ruido, sin aglomeraciones. Las ciudades grandes, en general, no son favorables para el monaquismo, pero esto no es una norma. Dios sabe cómo dispone las cosas para cada quien...
Querido hijo, te envío un pedacito de cielo... y, talvez, un pedacito de mi corazón, de este abuelito que tanto te quiere.
(Traducido de: Părintele Selafiil, Bunelul meu din vecinicie - Scrisori din Siberia, Editura Cuvântul ortodox, București, 2013, pp. 75-77)