No busquemos la riqueza, sino una esposa adecuada para nuestra alma
La mujer insolente, licenciosa y mandona, aunque tuviera miles de tesoros en su interior, los malgasta más rápido que el soplido del viento y ocasiona para su esposo, además de pobreza, miles de males más.
La mujer juiciosa, indulgente y equilibrada (en todo), aunque sea pobre, puede hacer de la pobreza algo mejor que la riqueza. Porque la mujer insolente, licenciosa y mandona, aunque tuviera miles de tesoros en su interior, los malgasta más rápido que el soplido del viento y ocasiona para su esposo, además de pobreza, miles de males más. No busquemos, pues, la riqueza, sino una esposa adecuada para nuestra alma.
¿Cuál es el sentido del matrimonio y para qué nos lo otorgó Dios? Escucha a Pablo: “Para evitar el desenfreno, que cada uno se case” (I Corintios 7, 2). No dijo: “para escapar de la pobreza” o “para enriquecerse”. Entonces, ¿para qué? Para evitar el desenfreno, para apaciguar el deseo, para vivir juntos en completa sabiduría, para agradarle a Dios, para que nos baste con tener una sola pareja. Este es el don del matrimonio, este es su fruto también, esta es su ganancia. No renuncies a lo más importante, para buscar lo insignificante.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Cateheze maritale. Omilii la căsătorie, traducere din limba greacă veche de Preot Marcel Hancheş, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2004, p. 23)