Palabras de espiritualidad

¡No confundamos pureza con virginidad!

    • Foto: Oana Nechifor

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Translation and adaptation:

Pureza”, en este contexto, no significa virginidad, sino “pureza espiritual”. Y es obligatoria tanto para los solteros, como para los casados. La boda es, desde su origen, pura y bendecida por Dios. Pero el matrimonio se eleva al nivel de las virtudes sólo entonces cuando es acompañado de pureza, es decir, de honestidad y confianzar recíproca.

Algunos, equivocadamente, confunden pureza con virginidad.

Y debido a que la virginidad no es algo obligatorio, concluyen que tampoco la pureza es obligatoria para todos. “Los monjes y las monjas han hecho el voto de castidad” —dicen esas personas— “y deben, en consecuencia, vivir celosamente en pureza; pero, nosotros, quienes vivimos en el mundo y tenemos familia, estamos exonerados de la obligación de esforzarnos en tal virtud”.

¿Acaso así están las cosas? No. Porque “pureza”, en este contexto, no significa virginidad, sino “pureza espiritual”. Y es obligatoria tanto para los solteros, como para los casados. La boda es, desde su origen, pura y bendecida por Dios. Pero el matrimonio se eleva al nivel de las virtudes sólo entonces cuando es acompañado de pureza, es decir, de honestidad y confianzar recíproca.

La castidad es bendecida enormemente por Dios. No es una obligación, sino un esfuerzo asumido voluntariamente por los que tienen ese llamado, de acuerdo a las palabras de Cristo: “¡Quien pueda entender, que entienda!” (Mateo 19, 12). Sin embargo, la virginidad es agradable a Dios sólo cuando es acompañada de la virtud de la pureza. Porque la boda podría estar manchada por el pecado de la impureza. Y el estado de los solteros podría verse ensuciado por la misma razón. Para que no suceda algo así, debemos esforzarnos en alcanzar la virtud de la pureza.

(Traducido de: Arhimandrit Serafim Alexiev, Curăția – tâlcuire la rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, Editura Sophia, București, pp. 9-11)