No debe importarnos lo que dicen los demás
Lo que debe preocuparnos es lo que Dios piense de nosotros, no el mundo.
Allí en donde falta Cristo, lo que sobra es la soberbia. El defecto más grande del que debemos escapar es, precisamente, el orgullo. “¡Que todos hablen bien de mí, que nadie murmure en contra mia!”. Es absurdo. Lo que debe preocuparnos es lo que Dios piense de nosotros, no el mundo. Porque el orgullo es el responsable de que hayan desaparecido muchos de nuestros valores nacionales. Nuestro pueblo debe entender que la vida no es posible sin una cruz. El sufrimiento es, entonces, un don por parte de Dios. “¡Te he humillado, pueblo mio, para poder enaltecerte!”.
(Traducido de: Ieromonah Benedict Stancu, Iată duhovnicul: părintele Arsenie Papacioc, vol. 2, Editura Sophia, București, 2006, p. 52)