No debemos permitir que las pasiones crezcan en nuestro interior
Si nos entra una partícula de polvo en el ojo, nos esmeramos en hacerla salir. Lo mismo debe hacer el hombre espiritual con sus pasiones.
Por débiles e insignificantes que nos parezcan las pasiones que brotan en nosotros, nuestro deber es oponernos a ellas, cual si fueran las más grandes y atroces tentaciones. Cuando nos disponemos a beber agua, sacamos del vaso hasta la más pequeña impureza que haya caído en él. Si una espina se nos clava en el dedo, hacemos todo lo posible para sacárnosla.
Si nos entra una partícula de polvo en el ojo, nos esmeramos en hacerla salir. Lo mismo debe hacer el hombre espiritual con sus pasiones. Tiene que extirparlas de su alma, por ínfimas que parezcan, porque las pequeñas faltas devienen en pasiones muy grandes.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, traducere din limba bulgară de Valentin-Petre Lică, Editura Predania, București, 2010, p. 36)