¡No descuiden la oración de la mañana!
Pídele a Dios Su bendición para los asuntos del día que comienza, para que te muestre lo bueno y te libre del mal. Llama, también, a la Madre del Señor, a tu ángel custodio, al santo cuyo nombre llevas y a todos los demás santos.
Por la mañana te sientes asueñado, y por eso no oras... o lo haces, pero tan sólo por salir del paso. Esto es algo completamente errado. Ora poco, pero como es debido, de acuerdo a la regla de oración. ¡Si te demoras tres minutos en llegar allí a donde te diriges con tanta prisa, no es gran cosa! Así pues, ora siempre esos tres minutos por la mañana, en cualquier caso. No es necesario comenzar a leer todas las oraciones del libro, con apremio. Ora con tus propias palabras y tus propios pensamientos. Ponte frente a Dios...
Dios está cerca de tí, aunque tú te halles lejos de Él con tus pensamientos y sentimientos; acércatele con unos y otros. Agradécele por haberte cuidado mientras dormías y porque te ha permitido ver nuevamente Su luz y vivir un poco más de tiempo... porque muchos se han acostado, pero no han conseguido ya despertarse.
Pídele a Dios Su bendición para los asuntos del día que comienza, para que te muestre lo bueno y te libre del mal. Llama, también, a la Madre del Señor, a tu ángel custodio, al santo cuyo nombre llevas y a todos los demás santos.
Pídele por tu madre, por tus hermanos, por tus parientes y conocidos; recuerda mencionar a los difuntos. Después de esto, confiándote a la voluntad de Dios, puedes ya dirigirte a los trabajos que te esperan, esforzándote en no olvidar que, en donde quiera que estés, te hallas frente a Dios...
Haz todo esto, concentrando tu mente y reuniendo tus sentimientos. Así, tu oración será verdadera, y tu consciencia no te reprochará en ningún momento que no has orado o que lo hiciste mal. Con esto será ya suficiente, sobre todo si mantienes en tu corazón ese estado de oración.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Mântuirea în viața de familie, Editura Cartea Ortodoxă, București, 2004, pp. 64-65)