Palabras de espiritualidad

No es necesario juntar dinero para los “días negros”

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Sometiéndote a Dios y haciendo todo lo que está en tus manos, aprende a aceptar Su voluntad.

No hace mucho encontré la siguiente historia, escrita por un monje de la antigüedad:

“Yo solía trabajar mucho, esforzarme mucho, pero sin guardar nunca nada de dinero. Cuando recibía algo, se lo daba a los pobres. Con todo, una vez me vino un pensamiento: «¿Qué pasará cuando envejezca y me enferme? ¿Quién me va a ayudar? ¿Quién me va a acoger? ¿De qué voy a vivir?» Después de meditarlo largamente, me decidí a guardar un poco de dinero, para los “días negros” que pudieran venir. Al principio, separaba una o dos monedas cada día. Después comencé a juntar más, hasta que finalmente no me quedó nada para ayudar a otros, como acostumbraba antes.

Con el correr del tiempo, aquellas monedas conformaban ya una cantidad considerable de dinero, “para los días negros”. ¿Y qué fue lo que ocurrió? Que, así como lo había previsto, vinieron esos “días negros”. Me hice una terrible herida en una pierna y ya no pude trabajar. Tuve que pedir ayuda médica y permanecer tendido durante muchos días. Todo aquel dinero se esfumó entre tratamientos y doctores, pero la herida no sanaba. Finalmente, un doctor me dijo: «Tendré que cortarte la pierna, para que no mueras». No quedaba nada más por hacer. Así, acepté la idea de perder una pierna para poder salvar la vida.

En eso, una noche experimenté un profundo estado de contrición. Me acordé de mi vida anterior, de mis sencillos trabajos... en aquel entonces no tenía problemas, me alegraba de mi propio esfuerzo y ayudaba a los demás, tanto que parecía que me había olvidado de mí mismo. Compungido, comencé a pedir la ayuda de Dios, arrepentido por haberme dedicado a acumular dinero, con la esperanza de que éste me podría librar de cualquier aflicción. Y he aquí que se me apareció un ángel de Dios, y me dijo: «¿A dónde se fue ese dinero que habías juntado “para los días negros”?» Llorando, respondí: «Me equivoqué... ¡Perdóname, Señor, no lo volveré a hacer!». Entonces, el ángel de Dios extendió su mano y me tocó la pierna... ¡E inmediatamente desapareció todo el dolor! Desde ese momento entendí que es un pecado grave juntar dinero “para los días negros”. ¿Para qué necesito el dinero, si el mismo Dios cuida de mí?”.

Te preocupa el bienestar material actual y futuro de tu familia. Entonces, manifiéstale al Señor tu preocupación. Y ora, pidiéndole que disponga las cosas de acuerdo a Su santa voluntad.

¿Acaso tu familia no lo es también de Dios? ¿Acaso no cuida Él también de tu familia? Pedirle a Dios todo esto no es ningún pecado. Aquel que nos enseñó a pedir, diciendo: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, no se molesta cuando le pedimos lo demás que necesitamos, dejando todo, sin embargo, en Sus manos. ¡La familia es la cruz de su cabeza (el padre)! Sometiéndote a Dios y haciendo todo lo que está en tus manos, aprende a aceptar Su voluntad.

(Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înțelepte, Editura Cartea Ortodoxă, pp. 174-175)