Palabras de espiritualidad

¡No hagamos que la Gracia de Dios se vaya de nosotros!

  • Foto: Constantin Comici

    Foto: Constantin Comici

Esta es la razón por la cual, sin hacer ruido, la Gracia de Dios se aparta un poco de nosotros, y el maligno, quien es un voraz enemigo de nuestra alma, viéndonos desvalidos, nos abruma con toda clase de pensamientos y figuraciones.

«Que no te asombre si, con el permiso de Dios, debes luchar contra los pensamientos de lujuria, especialmente contra imágenes diabólicas, y si el maligno no deja de susurrarte pensamientos impuros. ¡Tienes que saber, querido hijo, que esto no es ninguna casualidad!  Esto te ocurre por haber despreciado a alguien más débil que tú, quien seguramente cayó en ese mismo pecado. Se observa que, en tu mente, lo juzgaste sin piedad.

Esta es la razón por la cual, sin hacer ruido, la Gracia de Dios se aparta un poco de nosotros, y el maligno, quien es un voraz enemigo de nuestra alma, viéndonos desvalidos, nos abruma con toda clase de pensamientos y figuraciones. Entonces, lo que tenemos que hacer, después de recibir semejante castigo, sintiéndonos extenuados y malheridos, es correr al Verdadero Médico de nuestras almas y cuerpos, nuestro Señor Jesucristo, como si fuéramos pequeños niños, habiendo conocido, por experiencia, nuestra debilidad e indignidad. Pidámosle a nuestro Piadosísimo Señor que reprenda al maligno, porque nosotros, quienes somos débiles, fácilmente caemos en sus amargas redes. ¡Que el Señor nos libre, a quienes somos débiles e impotentes, de todos los ataques del enemigo!».

(Traducido de: Filocalia de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, Galați, 2009, pp. 35-36)