No hay nada más enaltecedor, en la mujer, que la devoción
La belleza exterior desaparece, pero el temor de Dios reviste a la mujer de una hermosura que jamás se marchita.
“La mujer agraciada es la gloria de su marido, pero es trono de deshonra la mujer que odia la justicia. Los perezosos carecen de bienes, pero los decididos adquieren riquezas.” (Proverbios 11, 16)
No hay nada más enaltecedor, en la mujer, que la devoción. Sí, la belleza exterior desaparece, pero el temor de Dios reviste a la mujer de una hermosura que jamás se marchita. La mujer piadosa ama el trabajo, es modesta, blanda, callada, compasiva y respetuosa con todos. Es un ejemplo de madre, y de diligencia y fidelidad para con su esposo. ¿Qué más se podría esperar de ella?… “La fe correcta es útil para todo, pues tiene promesas para la vida presente y para la futura.” (I Timoteo 4, 8).
La civilización y el progreso de las sociedades desarrolladas, sin embargo, han decidido que es importante que la mujer sea iniciada en los misterios de la ciencia, demostrándole, con esto, una gran honra... Y solo ella tendrá que decidir que si esto es más importante que honrar a su familia en la iglesia doméstica de su hogar. Porque el altar de las virtudes de la mujer, siempre y en todo lugar, fue levantado bajo el techo del hogar familiar.
(Traducido de: Cum să ne purtăm cu fiica adolescentă – Sfaturi pentru părinţi, traducere din limba rusă de Gheorghiţă Ciocioi, Editura de Suflet, Bucureşti, pp. 5-6)