No hay pecado que no pueda ser destruído por la fuerza del amor
El amor hace buenos a los hombres, en verdad. ¿Qué es, entonces, el desenfreno? No es posible amar y desenfrenarse al mismo tiempo. Porque, desde luego, la intemperancia tiene lugar sólo cuando no hay amor. El amor es también sobriedad.
Atavíense con el amor. Él es la base de todas las virtudes. Cuando hay amor, no existen la ira, la furia, el grito de desesperación, el insulto... todo eso desaparece. (De la “Homilía XVII sobre la Epístola a los Efesios”).
No existe, ciertamente, un pecado que no pueda ser destruído por la fuerza del amor. Es más fácil que un trozo de leña resista al fuego, que el pecado resista ante el amor (De la “Homilía IV sobre la I Epístola a los Tesalonicenses”).
El amor hace buenos a los hombres, en verdad. ¿Qué es, entonces, el desenfreno? No es posible amar y desenfrenarse al mismo tiempo. Porque, desde luego, la intemperancia tiene lugar sólo cuando no hay amor. El amor es también sobriedad. Porque si alguien ama a una mujer que vive licenciosamente, intentará alejarla de los otros hombres, para que no peque. Así, cometer pecado con una mujer fácil es señal de que no siente sino odio por ella. Al contrario, intentar alejarla de esa forma de vida depravada significa amarla en verdad (De la “Homilía IV sobre la Epístola I a los Tesalonicenses”).
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Texte alese, vol. I, traducere de Părintele Ioan Andrei Târlescu, ediție îngrijită de Ieromonah Porfirie Nichita, Editura Bunavestire, Bacău, 2012, pp. 42-43)