“¡No los dejaré solos!”
Todos los santos amaron la soledad y el silencio, no porque quisieran huir de la sociedad, sino porque ahí era en donde se encontraban con Dios.
“¡No los dejaré solos!”, dice el Señor. ¡Qué palabras tan grandes y santas! Sobre todo en nuestros tiempos, cuando tantas y tantas personas se sienten solas y lloran de soledad, aún hallándose en medio de una multitud... tienen muchos amigos, pero la soledad es la constante de sus vidas.
Uno que tiene a Dios jamás está solo. La soledad no le mata; al contrario, le hace feliz. En la soledad, él se siente en una atmósfera más propicia, en donde puede pensar con mayor profundidad en nuestro Padre Celestial, en donde puede orar en paz, en donde puede ensimismarse y elevarse hasta Dios.
Todos los santos amaron la soledad y el silencio, no porque quisieran huir de la sociedad, sino porque ahí era en donde se encontraban con Dios.
(Traducido de: Înaltpreasfințitul Iustinian Chira, Cuvintele Părintelui ‒ un ghid al frumuseţii lăuntrice, Editura Mega, Cluj-Napoca, 2009, pp. 118-119)