¡No nos atrevamos a caer en la desesperanza!
Veamos hacia adelante llenos de coraje, buscando siempre un punto luminoso. El Señor guiará nuestras esperanzas, y todo a nuestro alrededor nos parecerá más feliz, más luminoso y más bello.
Respetemos estrictamente estas dos normas de vida: no caigamos nunca en la desesperanza y tampoco hagamos que otros caigan en ella. No nos atrevamos a perder la esperanza, porque nuestro estado espiritual puede contagiarse a quienes nos rodean y nuestros pensamientos negativos podrían hacer que otros pierdan la esperanza en el futuro y la fuerza para luchar contra las tentaciones. Es mejor callar que manifestar nuestros temores. Si nuestro corazón está lleno de la alegría de la esperanza, podremos hablar alto y claro de la fe y el gozo que el Señor nos ha concedido, que se irradiarán, como una bendición, sobre quienes están a nuestro alrededor.
No olvidemos que a pesar de que el cielo parezca oscuro, detrás de las nubes resplandece siempre el sol; así, esperemos pacientemente a que este aparezca nuevamente en el firmamento, sin permitirnos jamás caer en la desesperación. Ciertamente, la desesperación nos corta cualquier impulso, nos hace sentirnos débiles. Veamos hacia adelante llenos de coraje, buscando siempre un punto luminoso. El Señor guiará nuestras esperanzas, y todo a nuestro alrededor nos parecerá más feliz, más luminoso y más bello.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 372)