¡No nos permitamos descuidarnos en la lucha espiritual!
Cuando Dios permite que el hombre enfrente las tentaciones con sus propias fuerzas, el demonio se apresta a machacarlo como el molino tritura los granos de trigo.
Debemos actuar siempre con templanza y algunas veces como si fuéramos niños, y otras veces como hombres juiciosos, especialmente cuando nos ataquen las pasiones o los espíritus malignos. Recordemos que “nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (Efesios 6, 12).
Por eso debemos estar atentos ante los ataques del maligno, porque ¿acaso podríamos confiar en que no este nos tentará, cuando se atrevió a tentar a nuestro mismo Señor Jesucristo? Y Él mismo le dijo a Pedro: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo” (Lucas 22, 31).
En consecuencia, llamemos al Señor con toda la humildad de nuestro corazón, y pidámosle que no permita que vengan a nosotros tentaciones más fuertes de lo que podríamos soportar, que nos libre del astuto. Porque, cuando Dios permite que el hombre enfrente las tentaciones con sus propias fuerzas, el demonio se apresta a machacarlo como un molino que tritura los granos de trigo.
(Traducido de: Arhimandrit Dosoftei Morariu, Sfântul Serafim de Sarov, 2002, p. 399)