¡No olvidemos nunca los sacrificios de nuestra madre!
El Señor nos ordena: “¡No olvides los dolores de tu madre!” (Eclesiástico 7, 28).
No olvidemos que tenemos el deber de acordanos siempre de nuestra madre; y cuando ella parta de este mundo, no olvidemos tampoco cumplir con sus últimos deseos, agradables a Dios. Recordemos siempre sus virtudes y luchas, así como los dolores que hubo de soportar por causa nuestra. Dios nos ordena: “¡No olvides los dolores de tu madre!” (Eclesiástico 7, 28).
Oremos por el descanso del alma de nuestra madre, recordándola en la Divina Liturgia, en los oficios memoriales y rezando ante su sepulcro, porque ella espera que ardamos un poco de incienso ahí y que encendamos alguna veladora, para recibir su bendición. Sólo así demostraremos nuestro agradecimiento y nuestros labios podrán susurrar, desde lo más profundo de nuestra alma: “¡Mamá inolvidable, mamá siempre presente!”.
(Traducido de: Atanasie I. Skarmoghiani, Mamele creștine ale Sfinților Trei Ierarhi, traducere de Pr. Victor Manolache, Editura Egumenița, Galați, 2012, pp. 85-86)