No olvides por qué te casaste con quien te casaste
Recuerda cuál es el deber más importante de los esposos: amarse y dedicarse el uno al otro, hasta el final de sus días, obedeciéndose mutuamente, “en el temor de Cristo” (Efesios 5, 21).
No hace falta que te diga lo incorrecta y maliciosa que es tu fría actitud hacia tu esposo. La explicas, argumentando que es una forma indirecta y astuta de vengar su anterior indiferencia para contigo. Por otro lado, reconoces que estás pecando al actuar así. Y aunque has constatado y aceptado que pecas, insistes en que no puedes renunciar a tal conducta, por muy dañina que esta sea. Es mi deber, entonces, señalarte el error en el que te encuentras.
Recuerda que el matrimonio es un misterio, un sacramento. “Es éste un misterio muy grande, pues lo refiero a Cristo y a la Iglesia” (Efesios 5, 32).
Recuerda, además, cuál es el deber más importante de los esposos: amarse y dedicarse el uno al otro, hasta el final de sus días, obedeciéndose mutuamente, “en el temor de Cristo” (Efesios 5, 21).
En lo que respecta a tu esposo, de acuerdo a los mandatos de Dios estás obligada a ofrecerle todo tu amor y confianza... ¡Pero tú lo que haces es alimentar un insensato y pecador sentimiento de venganza!
Pareciera que fuiste elegida para contradecir encedidamnte al sabio hijo de Sirac, quien —sin argumentos, creo— decía: “Cualquier maldad es poca cosa al lado de la maldad de una mujer: ¡ojalá que caiga sobre ella el castigo de los pecadores! La maldad de la mujer le desfigura el rostro.” (Eclesiástico 25, 21; 17).
Pídele a Dios que te fortalezca y te ilumine con Su gracia, para que entiendas que debes perdonar a quien te ha ofendido. Sólo así podrás esperar que tus pecados también te sean perdonados.
(Traducido de: Sfântul Macarie de la Optina, Poveţe duhovniceşti, Editura Egumeniţa, pp. 112-113)