No pidamos que los otros nos amen primero... ¡amemos nosotros antes!
No pidamos que los otros nos amen primero. Amemos nosotros antes. Lo más correcto es actuar así: que no nos interese si los otros nos aman, sino amar nosotros a Cristo y a los demás. Cumplamos nosotros con ese mandato. De esta manera, nuestra alma se llenará de amor. Y este es el misterio que ofrece paz y que mantiene nuestro corazón íntegro aún cuando los demás no respondan a nuestro amor.
Seamos los primeros en amar. No pidamos que los otros nos amen antes. Amemos nosotros primero. No pensemos si los demás nos aman o no. Oremos y amemos. El amor, poco a poco, nos asemeja a Dios y nos acerca a la gloria celestial. El amor y sus obras es nuestro mejor abogado para el juicio de Dios. El amor cubre los errores de nuestro semejante; sin embargo, si nuestro amor es escaso, se fija solamente en las faltas de los demás.
Lo más correcto es actuar así: que no nos interese si los otros nos aman, sino amar nosotros a Cristo y a los demás. Cumplamos nosotros con ese mandato. De esta manera, nuestra alma se llenará de amor. Y este es el misterio que ofrece paz y que mantiene nuestro corazón íntegro aún cuando los demás no respondan a nuestro amor.
El cristiano no debe buscar sólo su propia salvación, independiente y ajeno a la salvación de sus semejantes. San Antonio nos dice: “de tu semejante depende la vida y la muerte” y “si te ganas a tu hermano, a Dios mismos has ganado”.
(Traducido de: Stareţa Ecaterina Monahia, Cuviosul Porfirie - Inima iubitoare, traducere din limba greacă de Lect. Dr. Sabin Preda, Mănăstirea Sfântul Efrem Sirul Grecia, p. 174)