No pisoteemos la pureza y la alegría del Sacramento del Matrimonio
Las relaciones íntimas antes del matrimonio, incluso con el futuro esposo, pueden compararse con oficiar la Liturgia sin tener la gracia del sacerdocio. A lo primero lo llamamos desenfreno, a lo segundo, blasfemia.
Los jóvenes ortodoxos deben evitar las relaciones pre-matrimoniales. Esta norma también es aplicable a quienes han decidido casarse por segunda vez. Lo repetiré: las relaciones íntimas antes del matrimonio, incluso con el futuro esposo, pueden compararse con oficiar la Liturgia sin tener la gracia del sacerdocio. A lo primero lo llamamos desenfreno, a lo segundo, blasfemia. Esta comparación es legítima, porque las relaciones entre esposos se asemejan al vínculo que hay entre Cristo y Su Iglesia. A algunos esta comparación podrá parecerles exagerada. Pero creo que nos hemos acostumbrado a tal clase de relaciones y casi no hemos escuchado hablar de aquella blasfemia.
La joven debe mantenerse pura hasta el matrimonio. Esta es una característica propia de su naturaleza. Aquí no cabe hablar de “compasión” o “indulgencia”.
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Reconoceremos el matrimonio de los que no creen, como legítimo y puro, y les pondremos además las coronas conyugales sobre sus cabezas, sólo cuando decidan volver a la fe y al seno de la Iglesia de Cristo. Y no diremos que han pecado, si han sido fieles mutuamente. Estas palabras son válidas especialmente para esos que se hacen llamar miembros de la Iglesia, pero que, al mantener relaciones íntimas pre-matrimoniales, alejan la gracia de Dios. Con esto, caen en una falta con dos caras: el pecado del desenfreno y el pecado de rechazar la gracia divina.
(Traducido de: Pr. Prof. Gleb Kaleda, Biserica din casă, traducere de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2006, pp. 207-208)