“¡No se pueden imaginar el milagro que acabamos de vivir! ¡No perdamos la fe!”
En agosto de 2021, una serie de fuertes incendios forestales amenazó con desolar la isla de Eubea. Entonces, el padre Nikolaos, párroco de la iglesia de San Juan el Ruso, en Eubea, organizó una procesión con el ícono de aquel santo y el de los Santos Constantino y Elena, además de otras santas reliquias. Poco después, una lluvia torrencial se desató sobre la isla y en menos de veinte minutos el fuego se había extinguido, salvándose muchas casas y la iglesia de la ciudad de Prokopion. A continuación, el testimonio integral del padre Nikolaos para un boletín de noticias de la televisión local:
—Ayer a mediodía se nos dio la orden de evacuar Prokopion. Las mujeres y los niños empezaron a prepararse, en tanto que nosotros, los varones, tomamos las motosierras y nos pusimos a crear —en la medida de nuestras posibilidades— zonas “limpias” para impedir que el incendio se extendiera.
Cuando le estaba poniendo combustible a una de las motosierras, recibí una llamada del Metropolitano de Calcidia, interesándose por nuestra situación. Yo le conté que se nos había ordenado evacuar el lugar y que, mientras las mujeres y los niños se alistaban para partir, los demás estábamos tratando de cercar el fuego. Entonces, él me pidió un favor: “Querido hijo, sé que en estos momentos es complicado sacar el cofre con las reliquias de nuestro Santo, pero, por favor, saquen al menos un ícono suyo y hagan unas letanías, ahí en Prokopion”.
Así lo hicimos. Dejamos a un lado las motosierras y nos dirigimos a la iglesia, de donde tomamos el ícono milagroso de San Juan. Al mismo tiempo, llamé al padre Demetrio, párroco de la iglesia de los Santos Constantino y Elena, para que sacara también el ícono milagroso de los santos. Además, sacamos las santas reliquias que había en la iglesia: las de San Caralampio, las de San Basilio, las de San Juan Crisóstomo, las de Santa Fotina Samaritana y las de muchos más santos, junto con sus íconos.
A las nueve menos cuarto empezamos a hacer las letanías, rodeando Prokopion. A las diez y cuarto habíamos terminado. Fue una noche de martirio, porque todos permanecimos despiertos, esperando, ya que se nos había anunciado que el fuego estaba cada vez más cerca de nosotros. Y esperábamos, unos con un hacha en la mano, otros con una motosierra, callados, en la oscuridad. Más o menos a las tres de la mañana, la policía nos dio una orden tajante: “¡Evacúen la zona! ¡Evacúen la zona!”. Apesadumbrados, empezamos a movilizarnos, cuando… ¡un milagro!
En algo menos de una hora, una densa nube empezó a cubrir Prokopion. Como estaba oscuro, creímos que era el humo de los incendios. Sin embargo, inmediatamente comenzó a llover. Primero, unas cuantas gotas; después, un verdadero diluvio, justo lo que se necesitaba para cubrir toda la depresión de Prokopion. Con todo, temíamos que el fuego alcanzara y consumiera el bosque de pinos del Monte Pefkias. Nos preguntábamos: “¿Qué va a pasar con la montaña?”, ¡y la mayor cantidad de agua cayó precisamente ahí! Luego de unos veinte minutos de precipitación intensa, la lluvia cedió y aquel enorme nubarrón se disipó.
Llorando, todos salimos a la calle y empezamos a dar gloria a Dios y a Su santo, y después nos dirigimos a la iglesia, en donde oficiamos el Acatisto de gratitud a San Juan el Ruso, nuestro gran santo, que no nos abandonó. Nunca ha abandonado este lugar; ni en el período de la ocupación nazi ni en los días de las rebeliones se desarramó una sola gota de sangre aquí. Y jamás ha permitido que este lugar sea presa de las llamas.
¡Qué gran santo es San Juan el Ruso! ¡Este es el milagro que acaba de obrar con nosotros! ¡Hay que anunciarlo a todo el mundo! Desde hace más de un mes sufrimos de una fuerte sequía. Cualquier persona puede verificar en internet, en las páginas del clima, que no había una sola posibilidad de que lloviera en estos días. Por eso es que todos los que vivimos aquí lloramos con lágrimas de agradecimiento a San Juan, nuestro gran santo. Esto es lo que tenía que decir. Estamos realmente conmovidos.
Padre Nikolaos, Dios no abandona jamás a Sus hijos, a Su creación. Pero nosotros nos hemos alejado mucho de Él, especialmente en los últimos años, ¿no es así?
—Siempre hemos tenido a nuestro lado a los santos que interceden por nosotros. Es suficiente con con orar a ellos, pero con fe. Creo que todos los que participaron en estas letanías tan llenas de emoción, en la oscuridad más profunda —porque desde ayer no tenemos ni agua ni electricidad en Prokopion—, con candelas y veladoras encendidas, orando ante el ícono milagroso de San Juan, el de los Santos Constantino y Elena, y con todas las santas reliquias que se conservan en esta iglesia, en verdad sienten que la fe de todos los piadosos habitantes de Prokopion conmovió a San Juan y que él mismo fue quien intercedió ante el Señor para que viniera esa nube salvadora. ¿Qué más puedo decir? En este mismo momento, un sol radiante ilumina todo, y podemos comprobar que todo alrededor destila agua, de manera que, si viniera nuevamente el fuego, se apagaría casi en el acto.
Padre Nikolaos, quisiera pedirle que transmita un mensaje a los miles de compatriotas que perdieron todo y que están sufriendo por causa de estos incendios. ¿Qué quisiera usted decirles?
—¡Dios nuestro Señor está Vivo! ¡No perdamos la esperanza! Cierto es que estamos viviendo unos momentos muy difíciles. Sabemos que muchas personas viven de lo que producen sus olivos, de la resina (de los árboles), de las uvas… Todo eso se calcinó. Pero no tenemos que dudar de las palabras del Señor: “No os angustiéis por vuestra vida, qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo, qué vais a vestir, porque Yo os daré (todo lo que necesitáis)”; no esperemos nada de los hombres, solamente de Dios. Estoy seguro de que, por su fe, sus plegarias serán escuchadas y el Señor les dará (lo que necesitan). Tal como San Juan el Ruso envió esa nube sobre Prokopion, una nube qu estaba rodeada de estrellas. ¡No se pueden imaginar el milagro que acabamos de vivir! Este día tiene que quedar marcado en la historia, porque estamos participando en los milagros que conocemos del Antiguo Testamento. Si ya es admirable leer y escuchar esos milagros, vivirlos, participar en algo así es, en verdad, estremecedor. ¡No perdamos la fe! El Señor nos dará (lo que necesitamos) y resucitaremos desde las cenizas.
Padre Nikolaos, ¡un pueblo que cree en Dios jamás se perderá!
—¡Así es! ¡Nunca, nunca! Tenemos a nuestros santos, tenemos monasterios… Recordemos el otro milagro de San David, en donde el monasterio quedó intacto, al igual que el Monasterio Galataki en 2016 y el Monasterio Makrymallis. Todos estos son auténticos mensajes de esperanza que nosotros tenemos que recibir como es debido.
¡Gracias, con toda el alma, padre Nikolaos!
—¡También yo se los agradezco! ¡Les deseo lo mejor! ¡Qué maravilloso es nuestro Señor entre Sus Santos!
¡Amén!