Palabras de espiritualidad

No somos, sino que devenimos en personas

  • Foto: Doxologia

    Foto: Doxologia

Translation and adaptation:

Dios es la Primera Realidad esencial, y la persona humana es, de igual forma, vida esencial.

Escribo la historia de mi propia alma. ¡Cuánto me costó salir de esas oscuras corrientes que me atrajeron durante más de siete años! Humanamente hablando, no habría podido salir, por mis propias fuerzas, del abismo sin fin del trascendentalismo oriental. En mi juventud, esta filosofía me parecía llena de una grandeza que superaba el psiquismo emocional del cristianismo: “Amarás a Dios y a tu semejante”. La misma palabra “persona”, en aquellos años, se identificaba en mi conciencia con el concepto del individuo. “¿Acaso no es una locura intentar atribuirle semejante dimensión al Ser Absoluto?”, pensaba yo.

Cuando, por la Gracia de lo alto, se me concedió entender el sitio ontológico del principio de la Persona en el Ser divino, todo cambió y se me reveló a la inversa: nosotros somos la criatura; como personas nos construimos de forma potencial, no actual. Yo no soy el Ser Primigenio, sino una imagen Suya. Por medio de los mandamientos evangélicos soy llamado a actualizar en mí la semejanza con Dios de mi persona: devengo en persona-hipóstasis, venciendo los límites del individualismo que de ninguna manera podría heredar la Divina imagen del ser. (...)

Si Dios no fuera un Ser Personal, tampoco nosotros, que somos imagen Suya, podríamos penetrar en la forma hipostática del ser; incluso nuestra misma personalidad no sería más que un fenómeno meramente superficial. Pero, en virtud del hecho que la persona en nosotros nace en una oración que está más allá de lo natural, de frente al Rostro del Dios Vivo, ella no se ve sometida a los elementos del ser. Ella trasciende los límintes del mundo y se mueve en la esfera de otras dimensiones. Una y única, irrepetible e imposible de unirse con cualquier otra cosa, ella no se somete a los juicios aritméticos.

El Ser Primigenio, que es Absoluto, es también Hipostático. Y el hombre, la semejanza del Absoluto, es persona-hipóstasis. Dios es Espíritu; el hombre-persona es espíritu, pero este espíritu no es abstracto, diferenciado, sino que domina su propio ser. En el plano terrenal, este se concretiza por medio del cuerpo con el que recorre la primera experiencia de la existencia. El Dios-Verbo asumió un cuerpo humano (Juan 1:14), demostrando así que no es una invención de nuestra mente ni el producto de alguna imaginación, provocada por algún temor místico ante determinada fuerza desconocida y adversa. Dios es la Primera Realidad esencial, y la persona humana es, de igual forma, vida esencial.

(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Vom vedea pe Dumnezeu precum este, Editura Sophia, Bucureşti, 2005; p. 279-281)