¡No te lamentes cuando pierdas algo material!
¡Si los afligidos supieran el valor de esta perla, es decir, la pobreza, no necesitarían más palabras de consuelo, sino que se alegrarían, sabiendo que en sus manos tienen un gran tesoro!
Debes saber que, en sustitución de los bienes terrenales que perdiste, a los cuales, de todas formas, debías renunciar al partir de este mundo con tu muerte, se te han preparado otras bondades aún más selectas, más valiosas, más preciosas que cualquier otra cosa que podrías desear, las cuales herederás si eres paciente y si le agradeces a Dios en tu pobreza. Pero si te lamentas y blasfemas, haces más grande el perjuicio, porque no solamente habrás perdido esos bienes terrenales, sino que también tú mismo te estarás privando de las bondades eternas, mancillando esa perla de la cual habla el Señor en el Evangelio según San Mateo.
¡Si los afligidos supieran el valor de esta perla, es decir, la pobreza, no necesitarían más palabras de consuelo, sino que se alegrarían, sabiendo que en sus manos tienen un gran tesoro! ¿Por qué te lamentas, cristiano, y te quejas de tu pobreza, cuando ella te ofrece la herencia celestial con toda certeza y sin peligros, juicio o condenación, un sereno estado jamás envidiado por nadie, una libertad imperturbable, sin temor y sin angustia?
(Traducido de: Agapie Criteanu, Mântuirea păcătoșilor, pp. 202-203)