¡No te permitas descuidar lo que sale de tu boca!
Hermanos, evitemos hablar en vano, porque, en el Día del Juicio, tendremos que rendir cuentas de cada una de nuestras palabras, como dice el Señor.
Hijo, no envidies a los que cometen maldades, los que murmuran, los adúlteros, los que se burlan de otros, los que aman los placeres; no los busques ni anheles su amistad.
Si le tememos al infierno y deseamos llegar al Reino de Dios, no tenemos que hablar en vano ni decir cosas impropias. No pienses que la simple palabra no significa nada: el que descuida las cosas pequeñas, termina cayendo en las cosas más grandes. ¿Cómo cuidar el corazón, descuidando la boca?
“No digáis palabras groseras; que vuestro lenguaje sea bueno, edificante y oportuno, para que hagáis bien a los que os escuchan” (Efesios 4, 29).
El Santo Profeta David dijo: “¿Cuál es el hombre que anhela vivir y desea gozar días felices? Guarda del mal tu lengua, tus labios de decir mentira” (Salmos 33, 12). Con semejantes testimonios, hermanos, evitemos hablar en vano, porque, en el Día del Juicio, tendremos que rendir cuentas de cada una de nuestras palabras, como dice el Señor.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, pp. 158-159)