No tenemos por qué conocer los caminos de Dios
Hay muchos que sufren de un cierto mal inquisidor, de un espíritu de indagación y cuestionamiento. Incesantemente se preguntan a sí mismos y a los demás, “¿Pero por qué?”, “¿Pero para qué?”.
Muchos sufren de un cierto mal inquisidor, de un espíritu de indagación y cuestionamiento. Incesantemente se preguntan a sí mismos y a los demás, “¿Pero por qué?”, “¿Pero para qué?”. Durante algún tiempo sufrí yo también de esta debilidad. Pero cuando leí un artículo escrito por el Obispo Ignacio, “Los caminos de Dios”, un cambio se produjo en mí. Entendí que no tenemos por qué conocer los caminos del Señor. Cuando San Antonio el Grande comenzó a reflexionar sobre unos problemas semejantes, escuchó una voz que le decía: “Hombre, no es asunto tuyo conocer los caminos de Dios, ¡más bien, hazte humilde!”. El monje no debe organizar su vida basándose en su propia inteligencia. Lo que le corresponde es seguir el camino de la obediencia. No hay nada más dañino, para el monje, que disponer su vida de acuerdo a sus propios juicios.
(Traducido de: Starețul Nicon de la Optina, Editura Doxologia, Iași, 2011, p. 225)