Nuestra desesperanza es la mayor felicidad del maligno
¿Y si enfrentáramos penas tan grandes y duras, como jamás habríamos podido imaginar o esperar? Aún así, no se trataría sino de pequeños incidentes, en comparación con el Sacrificio del Señor por la salvación de nuestras almas. El Señor nos deja un poco, para que luchemos; sin embargo, nos sigue y nos da nuevamente Su gracia. Mientras más cerca estamos de la luz, más fácilmente podemos observar hasta los más pequeños defectos. Mientras más avanzamos en la vida espiritual, más conseguimos ver nuestras carencias y excesos, conociéndonos mejor a nosotros mismos.
La frustración es el mayor triunfo del maligno... él celebra cuando lo consigue. ¡No, hijo mío! ¡Nunca, nunca! El Señor nos deja un poco, para que luchemos; sin embargo, nos sigue y nos da nuevamente Su gracia. Mientras más cerca estamos de la luz, más fácilmente podemos observar hasta los más pequeños defectos. Mientras más avanzamos en la vida espiritual, más conseguimos ver nuestras carencias y excesos, conociéndonos mejor a nosotros mismos.
¿Y si enfrentáramos penas tan grandes y duras, como jamás habríamos podido imaginar o esperar? Aún así, no se trataría sino de pequeños incidentes, en comparación con el Sacrificio del Señor por la salvación de nuestras almas, recordando las palabras, “Yo no he venido a ser servido, sino a servir”. No importa lo que debamos enfrentar, lo que nos suceda: todo eso no es nada frente a lo que nuestro Señor Jesucristo nos ha ofrecido ya en esta vida, al servirle, y, con mayor razón, frente a lo que nos ha preparado en los Cielos, en la eternidad.
(Traducido de: Părintele Eusebiu Giannakakis, Să coborâm Cerul în inimile noastre!, Editura Doxologia, Iaşi, 2014, p. 22)