Palabras de espiritualidad

Nuestra oración debe tener una parte de esperanza y otra de humildad

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

La esperanza te lleva a lo alto, en tanto que la humildad te mantiene con los pies en la tierra.

Cuando se enciende con la oración al Señor, el cuerpo del cristiano no se convierte en ceniza, como la leña, el carbón y la hulla, mientras el alma arde. Todos esos materiales se convierten en ceniza, incluso el incienso. ¿Por qué? Porque el incienso tiene dos partes. Cuando enciendes el incienso, una parte se vuelve ceniza, y otra parte se hace una agradable fragancia. Ese aroma se eleva al altar celestial de Dios. Estamos hablando de una fragancia espiritual, ¿no es así? Y la ceniza se queda al fondo del incensario.

Por eso, en el caso del cristiano, si se trata de “elevarse”, lo hace solamente con su aroma espiritual, y el resto es cosa de la humildad. Lo que quiero decir es que el cristiano, cuando ora, necesita una parte de humildad y otra de esperanza, la cual se eleva al altar de Dios en los Cielos. La esperanza te lleva a lo alto, en tanto que la humildad te mantiene con los pies en la tierra.

Cuando honramos a la Madre del Señor, cantamos: “Dios observó la humildad de Su sierva”. Saulo, después de haber perseguido a Cristo, se volvió profundamente humilde. ¿Cómo? Recordando, justamente, cuánto había perseguido a Cristo y a los cristianos. Y, valorando esa humildad, Dios, en su cuerpo o fuera de este, lo alzó hasta el tercer Cielo. Luego, Dios enaltece únicamente a los humildes. (…) Solamente los humildes pueden comprometerse con Cristo.

(Traducido de: Părintele Adrian FăgețeanuViața mea. Mărturia mea, Interviuri de Andrei Dârlău, volum coordonat de Ciprian Voicilă, Editura Areopag, București, 2011, pp. 46-47)