Nuestra primera elección siempre debe ser el lugar desde donde podamos servir a Dios
Lo mejor es dejar que Dios elija en donde quiere que estemos. Eso fue lo que hizo la Virgen María. Ella parecía conocer las palabras de San Isaac el Sirio: “La perfección es un abismo de humildad”.
“Hagan lo que Él les diga” (Juan 2, 5). Podríamos decir que estas palabras son eternas y que las palabras orientadoras de la Madre del Señor, el mensaje de la Madre del Señor: “Hagan lo que Él les diga”, significa: a Él lo quiero en acción, a Él quiero que le pongan atención, a mi Hijo. “Hagan lo que Él les diga”.
La salvación se obtiene con Dios. En vano queremos hacer cosas extraordinarias. Lo que tenemos que hacer es dejar todo en Sus manos y después esperar que Él obre como un Santo que es, de la forma que solo Él sabe para cada uno de nosotros. Si Dios quiere afirmarnos, nos afirmará. Si no, en vano insistimos en afirmarnos.
Esto significa que tenemos que seguir el ejemplo de la Madre del Señor, siendo humildes, sin veleidades, especialmente sin veleidades religiosas. Nadie dice que, como cristianos, no tenemos permitido ocupar lugares importantes en la sociedad, lugares importantes en la cultura, e incluso en puestos de mando. Podemos ejercer esa clase de actividades —¡Dios quiera que cada vez haya más cristianos en los puestos principales, dispuestos a ayudar a los demás! —, pero el sitio principal para nosotros es ese desde donde podemos servirle a Él. De esta manera, lo mejor es dejar que Dios elija en donde quiere que estemos. Eso fue lo que hizo la Virgen María. Ella parecía conocer las palabras de San Isaac el Sirio: “La perfección es un abismo de humildad”.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 84)