Nuestra salvación no depende tanto de nuestros actos, como de la misericordia de Cristo
No pienses ni proclames las cosas que has hecho, para que no se desvanezcan en un abrir y cerrar de ojos frente a tí; sin embargo, si has hecho algo bueno, no creas que tú lo hiciste, sino la gracia de Dios, a través de tí.
Mientras más alta sea tu función, más grande ha de ser tu humildad; mientras más alto sea el honor, así de grande debe ser también tu humildad. Así, mientras más te elogien los demás, tú hazte más humilde.
Si los demás te exaltan y te honran, considérate indigno de ello. No te enaltezcas por cualquier cosa, para no alejarte de Dios. No pienses ni proclames las cosas que has hecho, para que no se desvanezcan en un abrir y cerrar de ojos frente a tí; sin embargo, si has hecho algo bueno, no creas que tú lo hiciste, sino la gracia de Dios, a través de tí.
Nuestra salvación no depende de nuestros actos, sino de la misericordia de Dios, porque Dios recibe de nosotros lo que quiere, y lo que no, lo desecha. Atribúyeselo todo a Dios, para que Él dé de lo Suyo y te ayude prontamente. No pretendas señorío u honor en este mundo, más bien considérate indigno. Porque entonces sí que serás digno de honor, cuando te consideres indigno de él; entonces serás grande, cuando te veas pequeño; entonces serás algo, cuando te consideres nada.
(Traducido de: Sfântul Dimitrie al Rostovului, Alfabetul duhovnicesc, Editura Sophia, București, 2007, p. 75)