Nuestras obras manifiestan a quién servimos: a Dios o al maligno
“El hombre que hace el bien, es llamado bueno, justo, honrado, santo, según su virtud…”
Un monje vino a buscar a un venerable anciano, y le dijo: “Ore por mí, padre, porque vuelvo al mundo. Mi stárets me ofende a cada instante, llamándome ‘demonio’, ‘satanás’, ‘anticristo’, y otras cosas parecidas. No puedo soportarlo más… vuelvo al mundo”. El anciano le dijo: “¿Acaso te dice esas cosas injustamente? Cristo, nuestro Dios, es llamado de distintas maneras: Dios, Señor, Bueno, Piadoso, Omnipotente, Todopoderoso. ‘Dios’ (Theos). porque lo ve todo (theao). ‘Señor’, porque domina sobre todo. ‘Omnipotente’, porque lo puede todo. Por su parte, también el demonio recibe distintas denominaciones: leviatán, serpiente, astuto, anticristo. Lo mismo pasa con las personas: el hombre que hace el bien, es llamado bueno, justo, honrado, santo, según su virtud. Al contrario, el que murmura en contra de otro ante los demás, con justicia puede ser llamado ‘diablo’ (diábolos en griego significa ‘difamador’, ‘calumniador’); el que perturba a todos los demás, muchas veces recibe el apelativo de ‘satanás’. El que se opone en todo a su superior, ‘adversario’. El que se vale del ardid, ‘astuto’. El que hace cosas malas, ‘malvado’. Así pues, hermano, si haces las cosas del maligno, no te enfades si alguien te llama ‘diablo’, ‘satanás’, ‘enemigo’. Nuestro Señor y Dios les dijo a los judíos: “Vosotros sois hijos del diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” (Juan 8, 44)”.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 84)