Nuestro amor a Dios
Nuestro amor a Dios comienza a manifestarse y a obrar en nosotros, cuando amamos a nuestro semejante como a nosotros mismos.
Nuestro amor a Dios comienza a manifestarse y a obrar en nosotros, cuando amamos a nuestro semejante como a nosotros mismos, cuando no le rehúsamos nada, como no lo hacemos con nosotros mismos, ni siquiera eso que nos pertenece; cuando nos esforzamos en que el otro alcance su salvación; cuando, para agradarle a Dios rechazamos satisfacer nuestros deseos, nuestros pensamientos físicos, nuestra razón, que no se somenten a Su sabiduría. “Porque el que no ama a su hermano, a quien puede ver, ¿cómo podría amar a Dios, a quien no ve?” (I Juan 4,20). “Los que son de Cristo han crucificado ya su cuerpo junto a sus propios deseos” (Gálatas 5,24).
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, traducere din limba franceză de diacon Dumitru Dura, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 1995, p. 97)