Nuestro camino es el de la humildad
En un momento dado, descubrimos que ese extenso camino se puede acortar, que el Señor podría estar muy cerca de nosotros, y decirnos: “¡Ay de vosotros, corazones crueles y reacios a creer!”.
Cuando partimos en espíritu hacia el Ser absoluto, el camino nos parece infinitamente largo. Dios es como la estrella polar. ¿Cómo podemos llegar hasta ese astro luminoso que parece estar a tantos años luz de nosotros? Y, en un momento dado, descubrimos que ese extenso camino se puede acortar, que el Señor podría estar muy cerca de nosotros, y decirnos: “¡Ay de vosotros, corazones crueles y reacios a creer!”.
¿Cómo vivir para librarnos del engaño? Cuando, en el doloroso estado de nuestro ser entero —espíritu, mente, corazón y cuerpo— sufrimos para no pecar, no hace falta que creamos que estamos tomando parte de los sufrimientos de Cristo. Solamente Dios, en Su juicio, puede considerar nuestros sufrimientos como una participación en el “vaciamiento” de Su Hijo Unigénito. Nuestro camino es el de la humildad, el de acusarnos en todo momento; solamente Dios nos puede alzar y glorificar.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Din viață și din Duh, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2014, pp. 30-31)