Nuestro paso por este mundo
Para el verdadero cristiano, la vida en este mundo no es más que un permanente sufrimiento y una cruz.
El viajero se acuerda constantemente de su patria y de su hogar, deseando volver algún día. Cuando estaban en Babilonia, los judíos se acordaban todo el tiempo de su patria, Jerusalén, y con gran fervor anhelaban volver a aquel lugar.
Del mismo modo, los cristianos verdaderos, morando en este mundo, se lamentan como los judíos en el río de Babilonia y se acuerdan de la Jerusalén de lo alto, nuestra Patria celestial, hacia la cual alzan sus ojos con suspiros y sollozos, deseando volver allí. “Por esto gemimos en el estado actual, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra morada celestial” (II Corintios 5, 2), se lamenta el Santo Apóstol Pablo junto con los fieles.
Para los hijos de este mundo, quienes se aferran a las cosas pasajeras, el mundo es la patria, el paraíso del cual no querrían separarse. Pero los hijos del Reino Celestial, apartándose del mundo y soportando cualquier ofensa y sufrimiento en esta vida, anhelan llegar a su Patria celestial. Para el verdadero cristiano, la vida en este mundo no es más que un permanente sufrimiento y una cruz.
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Comoară duhovnicească din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, p. 72)