Observando la hierba al caminar...
También la hierba vieja y seca deviene en una escuela y una buena consejera para nosotros, recordándonos nuestra nimiedad y lo efímero de esta vida.
Si al pisar el pasto observamos la semejanza que tenemos con él, según la palabra de la Escritura, que dice: “¡El hombre! Como la hierba son sus días, como la flor del campo, así florece” (Salmos 102, 15), “Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo” (Isaías 40, 6), y nuevamente: “Mis días son como la sombra que declina, y yo me seco como el heno.” (Salmos 101, 12), llegaremos a preguntarnos: ¿quién podría contestar toda la filosofía espiritual que nos proveen la hierba y las flores del campo?
Cuando, caminando en el campo, vemos que hay una zona con hierba seca y vieja, nuestra mente hace un símil con nuestra propia vida y empezamos a pensar en la vejez que nos espera y en el marchitamiento que esta trae consigo. Entonces, también la hierba vieja y seca deviene en una escuela y una buena consejera para nosotros, recordándonos nuestra nimiedad y lo efímero de esta vida.
(Traducido de: Părintele Ilie Cleopa, Opt cuvinte despre minunile lui Dumnezeu din zidiri, Editura Episcopiei Romanului şi Huşilor, Roman, 1996, p. 28-37)