¡Ofrécele al Señor todos tus pensamientos, sin sentir vergüenza o culpabilidad! ¡Dáselos tal como vienen, así como son! Dáselos como das el aire que expiras. Este aire lo inspira Él, para poder entrar en ti con Su hálito vital.

Si le das tu aliento fétido, Él lo convertirá, con el fuego de Su amor, en un agradable aroma, y te perfumará con él.

Si no se lo das a Él, regresará a ti después de haber envenenado al mundo en que respiras, envenenándote a ti también.

Permanece, en donde quiera que estés y hagas lo que hagas, en presencia de Dios, dejándolo que extraiga la muerte que hay en tu interior, para que pueda darte Su vida. Y, teniendo esa vida en ti, te conocerás de la misma forma en que Él te conoce y harás Su voluntad de la misma forma en que hoy haces tu propia voluntad. ¡Y Él te dará el Espíritu Santo, Quien te enseñará todo!

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Uimiri, rostiri, pecetluiri, Ed. Doxologia, Iași, 2012, pp. 87-88)