Ofrécele a Dios tu nimiedad
Así es como aprenderás el movimiento del alma que hace esto posible, quizás no inmediatamente... ¡y verás cómo lo logras luego de algunos intentos!
Ofrécele al Señor tu insignificancia. Tú te esfuerzas, como yo, y como muchos de nosotros, en llenar ese vacío, vertiendo en él toda clase de minucias o mentirillas... Ahora intenta estar ante Dios con toda tu nimiedad, lo más seguido posible. Cada noche, antes de acostarte; cada mañana, al despertar... Cada vez que te acuerdes, en el transcurso del día, intenta entrar en esa nada que eres y permanece allí, desnudo y sereno, sintiendo profundamente la nada que eres. No aceptes ningún pensamiento. No te juzgues, sino que déjalo a Él hacerlo. Mejor permanece en silencio y ofrécele toda tu nada. Pero ofrécesela a Él, no a ti o al enemigo. Así es como aprenderás el movimiento del alma que hace esto posible, quizás no inmediatamente... ¡y verás cómo lo logras luego de algunos intentos!
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Uimiri, rostiri, pecetluiri, Editura Doxologia, p. 89)