Palabras de espiritualidad

¡Oh, Espíritu Santo, cuánto te ama mi alma!

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Para conservar la Gracia, debemos amar a nuestros enemigos y agradecerle a Dios por todas nuestras penas.

Yo no traje al monasterio sino mis innumerables pecados, y no sé por qué el Señor me otorgó, siendo aún un principiante, tanto don del Espíritu Santo, de tal forma que mi cuerpo y mi alma se sentían llenos de esa Gracia, semejante a la de los mártires, porque mi cuerpo deseaba sufrir por Cristo. No le pedí al Señor el Espíritu Santo, ni siquiera sabía qué era el Espíritu Santo, cómo desciende y cómo obra en el alma, pero hoy puedo escribir sobre todo esto, lleno de alegría. ¡Oh, Espíritu Santo, cuánto te ama mi alma! ¡Es imposible describirte, pero el alma te siente venir, porque Tú otorgas paz a la mente y dulzura al corazón!

El Señor dice: “aprendan de Mí, que Soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso” (Mateo 11, 29). Esto dice el Señor sobre el Espíritu Santo, porque sólo en el Espíritu Santo encuentra el alma un descanso perfecto. ¡Dichosos nosotros, los cristianos ortodoxos, porque el Señor nos ama mucho y nos otorga la Gracia del Espíritu Santo y en Éste nos permite conocer Su gloria!. Y, para conservar la Gracia, debemos amar a nuestros enemigos y agradecerle a Dios por todas nuestras penas.

(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii şi iadul smereniei, Editura Deisis, p. 102)