Oración a la Madre del Señor, de San Antimo el Ibérico
“Líbranos y protégenos de los ardides del demonio, porque la tristeza, las necesidades y la maldad nos agobian. ¡Ayúdanos, oh Virgen, porque nos sentimos morir!”.
«Señora y Madre de Dios, Reina del Cielo y de la tierra, honor y gloria de los cristianos, tú que eres más excelsa que el firmamento y más pura que el sol, ¡Oh, Bienaventurada Virgen!, esperanza de los pecadores y paz de los atribulados en esta vida, dirige tu mirada a tu pueblo y no te apartes de nosotros, los pecadores. Líbranos y protégenos de los ardides del demonio, porque la tristeza, las necesidades y la maldad nos agobian. ¡Ayúdanos, oh Virgen, porque nos sentimos morir! Apiádate de nosotros, porque tú eres nuestro auxilio, y nuestra esperanza está puesta en ti, para que intercedas por nosotros ante tu Hijo con tus poderosísimas e invencibles oraciones, y así rebosen sobre nosotros Sus abundantes misericordias. Y que a todos nos permita llevar una vida justa y sin mancha, para que, a una sola voz y con un solo corazón, por siempre lo exaltemos, y a ti exclamemos: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!”. Amén».