Oremos para que seamos dignos de recibir la luz del Espíritu Santo
Mientras la luz del Espíritu Santo no alumbre nuestra mente, nuestra oración será inconstante e infértil.
¿Cómo podría leer aquel que ha aprendido y se ha instruido a conciencia, si le falta la luz? Digamos que tiene libros, muchos libros. Pero, si no tiene luz, ¿cómo los podría estudiar? Lo mismo pasa con la oración. ¿Cómo podríamos “estudiar” y conocer a Dios, si nos falta la luz mística del conocimiento divino? Esta luz no es otra cosa que una fuerza sobrenatural, enviada por Dios, que rodea y concentra la mente, que le impide alejarse y perderse en las cosas del mundo, para dirigirla a la serena contemplación y comunión con Él.
Mientras la luz del Espíritu Santo no alumbre nuestra mente, nuestra oración será inconstante e infértil. Y nuestra mente, llena de cosas vanas —que muchos consideran necesarias—, deambulará distraída, sin darse cuenta de que se ha convertido en la esclava del enemigo, quien la arrastra de aquí para allá, entre ocupaciones, preocupaciones y problemas mundanos.
Entonces, luchemos con todas nuestras fuerzas para vencer al astuto “sembrador de cizaña”, quien con deseos perversos y pensamientos banales nos arrebata el invaluable fruto espiritual de la oración y mantiene nuestra alma sometida a la oscuridad. Oremos fervientemente al Señor, Quien es la “Luz de las luces”, para que nos envíe Su Santísimo Espíritu y disipe con Su luz no-creada las tinieblas de nuestra alma, que solamente así se podrá unir con Él.
(Traducido de: Sfântul Simeon Noul Teolog, Miezul înțelepciunii Părinților, Editura Egumenița, p. 90-91)