Palabras de espiritualidad

Otro anhelo...

    • Foto: Benedict Both

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Eres una vasija que no puede ser llenada sino por Dios, por Su presencia. Pero, para que puedas hacer soportar este encuentro, necesitarás enfrentar las profundidades infinitas de tu interior y renunciar a los muros detrás de los cuales quisieras esconderte por temor.

En lo más profundo de tu ser, más allá de todos tus anhelos y necesidades, se halla un deseo. ¡Otro Anhelo! Sólo que, de momento, lo percibes solamente como un enorme vacío al cual le temes e intentas eludir, olvidándolo o llenándolo con “otras cosas”. Así es como ha florecido la industria de sucedáneos... Así es como muchos llegan a padecer de desórdenes como la bulimia o la anorexia... Así es como muchos llegan a hacerse dependientes de placeres destructivos...

¿Qué puedes hacer ahora? ¡Espabilar y darte cuenta de que eres una vasija, de arcilla, si quieres, pero una vasija capaz de contener al Infinito! Eres una vasija que no puede ser llenada sino por Dios, por Su presencia. Pero, para que puedas hacer soportar este encuentro, necesitarás enfrentar las profundidades infinitas de tu interior y renunciar a los muros detrás de los cuales quisieras esconderte por temor. Será algo estremecedor, pero vivirás aún más profundamente el encuentro que desde ya te consuela y te alimenta.

Ahora ha llegado el momento de salir del “nido” de seguridad de ti mismo o de temor, con el que ya te has familiarizado —al punto que hasta puedes identificarte con él—, y arrojarte a los “brazos paternales” del Señor, con toda tu hambre de resolver tus necesidades y no con esas necesidades en sí mismas. Tal como lo has visto y oído en la Divina Liturgia, el Señor no nos promete satisfacer las necesidades, sino librarnos de ellas. Recuerda que somos seres que han caído en la necesidad. Antes de caer, no teníamos ni siquiera una necesidad, porque estábamos llenos de la Gracia y el don del Señor. Ahora, pedimos y esperamos que Él “nos libre de toda necesidad”, para volver a estar nuevamente “llenos” de Él, por medio de Aquel que “todo lo llena”. Sólo así podremos participar de todos los gozos terrenales y celestiales que el Señor, en Su amor por la humanidad, nos ha preparado. Cada anhelo que sientas, cada necesidad que te presione interior o exteriormente, ofrécesela al Señor, diciendo: “¡Señor, quítame esto y concédeme buscar primero Tu Reino!”. O: “¡Señor, llévame al aposento nupcial de mi alma, para que pueda descansar en Ti de toda la agitación de números y medidas en el exterior!”. O, del modo en que tu corazón te lo susurre, sabiendo que el Espíritu ya clama con suspiro: “¡Abbá, Padre!”.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Uimiri, rostiri, pecetluiri, Editura Doxologia, p. 64-65)